Si imaginamos los sabores que podemos explorar al degustar un surtido
de quesos, el orden en que los probamos, la clase de vino, el tipo de pan,
podremos efectivamente transformar ese momento en una ceremonia extraordinariamente
entretenida.
El consumo de quesos se puede convertir en una verdadera ceremonia al sentarse a la
mesa. En el momento en que degustamos un queso, ya participamos de un ritual, porque
el queso nos invita, a través de su sabor, a conocer su historia y su tradición, pues
es uno de los alimentos más antiguos, preparados y obtenidos gracias a un delicado
proceso artesanal.
Un trozo de queso, junto al vino y al pan, reúnen lo que los catadores de quesos llaman
“la Santísima Trinidad de la mesa” (Francois Rabelais). Esta trilogía seduce no sólo el
paladar, sino otros de nuestros sentidos: El queso se degusta, se contempla y se siente.
El apreciar un queso bien acompañado nos prepara a la degustación más integra de un
alimento que es precioso.